Un hallazgo prometedor para encontrar nuevas dianas terapéuticas. Un equipo del Institute for Memory Impairment and Neurological Disorders (UCIMIND) de la Universidad de California dirigido por el prestigioso Frank LaFerla, acaba de publicar en la revista ‘Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) un nuevo descubrimiento que puede abrir en el futuro nuevas estrategias terapéuticas en la lucha contra el alzhéimer. El estudio, en el que ha participado el biólogo de la Universidad de Málaga (UMA) David Baglietto, del Departamento de Biología Celular que dirige la catedrática Antonia Gutiérrez, ha permitido demostrar que la proteína TOM-1 puede ayudar a reducir la inflamación que el alzhéimer produce en el cerebro. Baglietto es también miembro del Instituto de Investigación Biomédica (Ibima) y pertenece asimismo al Centro de Investigación en Red de Enfermedades Neurodegenerativas (CIBERNED).
La relevancia de esta investigación radica en que, de continuar con éxito, esta vía investigadora podría contribuir en el futuro a reducir los efectos inflamatorios que en el cerebro produce la enfermedad. Así lo explica Inés Moreno, investigadora Ramón y Cajal en el departamento de Biología Celular de la UMA, profesora adjunta en el departamento de Neurología de la University of Texas Health Science Center en Houston, Texas, y profesora adjunta de la Universidad Bernardo O’Higgins de Chile. «Aunque quedan muchas incógnitas pendientes, lo bueno de esta investigación es que es una demostración de que, modulando la respuesta inflamatoria que ocurre en la enfermedad de alzhéimer, se abren nuevas formas en el futuro para encontrar diversas dianas terapéuticas y, en consecuencia, nuevas terapias para la enfermedad».
Y para explicar en qué consiste el hallazgo, la doctora Moreno, asesora científica de Camino de la Memoria, ilustra su funcionamiento. «En el alzhéimer sabemos que se produce un proceso de inflamación del cerebro, seguramente desencadenado por la presencia las proteínas tóxicas que ya conocemos: el beta amiloide y el tau». «Y sabemos también -prosigue- que una de las líneas de investigación de laboratorio es intentar disminuir o cambiar esta respuesta inflamatoria en el cerebro modulando esa inflamación en lugar de disminuir las concentraciones de las proteínas tóxicas».
Y en este punto es donde, según esta científica, arranca todo el proceso de este nuevo descubrimiento. «Una de las principales moléculas que se liberan en este proceso de inflamación es la interleuquina 1 beta. Se sabe que promueve la inflamación y es liberada por el sistema inmune y va a llevar a cabo una serie de reacciones durante el proceso inflamatorio». «Por otro lado, tenemos la proteína TOM 1, una molécula dentro de la célula que es una de las que regula que la interleuquina 1 beta pueda ejercer su función final, modulando el receptor».
Pues bien, este equipo empezó por constatar que en el hipocampo de los enfermos de alzheimer, la proteína TOM 1 está disminuida, es decir, sus niveles son menores a los que tendría que haber en condiciones normales. Y parece que esto hace que hubiera más beta amiloide, la proteína tóxica y, en consecuencia, más fallo cognitivo y que además existiera una reacción inflamatoria también mayor. «¿Qué han hecho?», explica Inés Moreno: «Incrementar y reducir los niveles de TOM-1 en animales transgénicos para la enfermedad de alzheimer». «Cuando han intentado reducir la concentración de TOM 1 han visto que la microglía, es decir, las células que están implicadas en el proceso inflamatorio en el cerebro, se ven afectadas y los animales tienen peor conocimiento, memoria y aprendizaje». Sin embargo, cuando estos investigadores han incrementado los niveles de TOM 1 los animales han funcionado mejor, con menos inflamación cerebral y menos problemas en el aprendizaje. La conclusión, según explica esta investigadora, es que «si somos capaces de restablecer los niveles de TOM 1 tendremos una nueva diana terapéutica en el futuro».
Ahora bien, como en todo proceso investigador hay que tener cautelas. «La forma en la que han hecho este incremento de TOM 1 ahora mismo no se podría usar en humanos», matiza la doctora Moreno. «Habría que buscar drogas que promovieran el incremento de este TOM 1 y ahora mismo no las hay, lo que implica que estamos muy lejos todavía de encontrar una droga que nos permitiera investigar cómo afecta al resto del proceso inflamatorio, qué efectos secundarios podría tener.» Además, «estamos viendo cómo subir y bajar una proteína, pero habría que ver cómo se orquesta eso en el resto de la enfermedad; y además deberíamos saber en qué momento de la enfermedad se podría aplicar esto; si a mayor avance o habría que utilizarlo a modo preventivo».
En cualquier caso, un hallazgo que puede abrir nuevas vías en el futuro.